Érase una vez una mujer que tuvo 4 hijos, 1 de ellos de una relación desconocida y otros 3 de un hombre trabajador, inteligente pero muy ingrato. Esta mujer nació en Venezuela, super trabajadora, apasionada, emprendedora, conversadora, siempre tendiéndole la mano a todo el vecindario. Le sacaba dinero al esposo para prestárselo al hermano, hermana, vecina muy amiga o cuñado. ¡Oh que gran Corazón tiene esta mujer! 60 años viviendo en el mismo lugar. Sufrió altos y bajos, amor y desprecio.
Levantó el edificio de su casa con su esfuerzo y la oposición de su pareja, pero lo hizo, pagó la educación de sus hijos, no solo los hizo profesionales, también emprendedores. Les enseñó a negociar, trabajar con administración, los metió en el mundo de los negocios, y ¿por qué no?, de la política también.
Un día cambiante se atraviesa en la vida de esta mujer, en donde le toca dejar su tierra y sus raíces, sus vecinos, hermanos y otros familiares. El exilio toca su puerta, por las condiciones del país. En 2017 esta maravillosa mujer le toca dejar la comodidad de su hogar, sus mujeres de servicio, su carro propio, su negocio y su independencia para empezar de cero en la prometida tierra canadiense, a conocer la nieve y apabullarse con el frio, y pues para qué negarlo, a deprimirse en ciertos momentos extrañando a su gente querida.
Esta maravillosa mujer, pasó de ser mujer de negocios a ser abuela y cocinera en casa, pues se convirtió en ama de casa, mientras los hijos trabajan, ella cuida a los nietos, hace la comida y cuida la casa. Ya saben, la vida del inmigrante, es más costoso pagar niñera y también es mejor que la abuela los cuide. Bueno, la Doñita se quedaba en casa, sin mucho salir, pero mucho comer. Aumentaba de peso la Doñita y no podía ni subir ni bajar las escaleras, subió unas 30lbs. La Doñita decía: “respiro y engordo”.