Cuando crecemos nuestros objetivos, metas e ideales van transformándose. Nos empieza a importar más el trabajo, la salud física y nuestra economía. Esto no está mal, el problema es cuando dejamos de lado nuestro bienestar emocional, el cual influye en todos los aspectos de nuestra vida.
No nos damos cuenta, pero arrastramos muchos sentimientos positivos y negativos de nuestra infancia. “Existen cinco heridas emocionales que todos tenemos y que no podemos dejar ir hasta sanar a nuestro niño interior”, comenta la coach de vida Jazmin Hernandez.
Estas cinco heridas son
- Abandono: podemos haberlo sufrido por parte de nuestros padres, un familiar cercano y muy querido, pero sin duda es algo que se quedará con nosotros hasta que sanemos.
- Rechazo: todos en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido rechazados. Cuando esto sucede en la etapa infantil es algo que queda grabado en nuestra memoria y afecta directamente a nuestra autoestima.
- Traición: no solo se trata de infidelidades, sino también de perder la confianza en alguien que, cuando éramos niños, era nuestra base para comprender el mundo. Dimensiones como incumplir promesas, no proteger, mentir o no estar cuando más se necesita a un padre o a una madre origina heridas profundas.
- Abuso: también conocido como humillación. Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican constantemente de una manera negativa. También aplica en esta categoría el bullying.
- Injusticia: se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.