Día 1
No entiendo cómo empezó y mucho menos cómo terminó. Entraste en silencio y te adueñaste de lo que yo creía mío. Todavía me quedan dudas del porqué sucedió. No estoy seguro si di mucho o si di poco, solo sé que con tu ausencia me quedé sin nada.
Tu distancia bruscamente transformó lo mágico y dulce de nuestra aventura en lo simple e insípido de la rutina. Pensé que pertenecíamos ya que de tantos fuimos nosotros que coincidimos, pero una vez más, la ilusión fue más que la realidad.
Sigo en blanco y no concibo la idea de que ayer estuvimos y hoy ya no estamos. Cómo creer que lo nuestro fue de momento y no de eternidad si hasta aprendimos a decirnos tanto sin palabras, a tocarnos con la mirada y a escribir sentimientos en el aire que solo tú y yo podíamos descifrar.
Difícil creer que ya no estoy en tu mente, si desde el primer momento de complicidad fuimos los dos que buscamos la noche del día para vernos, y la noche de la tarde para conocernos. Pero tal vez, esto fue solo como yo lo veía, y no como tú lo sentías.
Cómo sacarte si no sé cómo entraste. Cómo gritarte mi dolor, si solo aprendimos a decirnos amor en silencio. Cómo creer poder vivir y olvidarte, si aún muero por tenerte.
Día 2
No sé si eres tú que no quieres salir, o yo que no deseo que salgas. No encuentro manera de cómo olvidarte para sacarte, ni mucho menos de cómo sacarte para olvidarte. Te pienso, te extraño, creo olvidarte, te pienso otra vez y termino extrañándote más.
Día 3
Si salgo, te busco y si me quedo, te espero; te pienso menos, pero te extraño más y se me da mejor recordarte que olvidarte. Recordé nuestra primera vez, aquella cuando me retaste a perder, y los dos terminamos ganando. Dulce que ahora sabe amargo.
Día 4
Escuché tu voz y sentí tu perfume. Corrí a verte y solo encontré el vacío de la nada y la fragancia insípida de tu ausencia. Te volví a sentir, pero esta vez no salí a buscarte. Preferí encontrarte en el recuerdo de ayer que encontrarme con tu ausencia de hoy.